96. LA PINTURA POÉTICA
La profundidad del poeta, en sus poemas; hombre, mujer, tiene ritmo
propio, melodía vital, sonrisa, rostro ungido por el silencio, en
manifiestos escritos, adheridos a los cielos, valles y océanos.
Sus plumas, pinceles, son manos atadas a la armonía del día, la noche.
En el trasiego de baldes, cacharros, a versos, las simétricas columnas le reclaman carácter, personalidad.
En la galería unos ven círculos, otros sillones y se sientan. Pocos
viven la música del barco o del bote que trasunta el poeta. A lo más
dicen: ellos son almas que olas les despojan sus ropas entre rocas y
arena, a espalda del sol.
Ellos, quienes lo ven, desde el horizonte de sus escritos, pincelados en
libros ya sean de papel o virtuales, desde la lejanía de sus propias
circunstancias e incluso desde el borde de su continente, no lo saben:
“Sus vidas están ensimismadas en el viaje entre aguas de los delfines,
en ríos marinos, para no desangrarse en la pausa de su especie”.
Sólo ellos los poetas, navegan piloteando su pintura y quienes quieren
ser parte de su travesía, sólo deben embarcarse en el muelle donde
atraca su tela.
© Lionel