Con los jinetes a golpes de sable
sin compasión a dolores ajenos
los invasores saquearon sin frenos
casas y el trono con oro palpable.
Mil latigazos a tierra admirable
sangrando venas, dejando los cienos
y alimentando a sus amos rellenos
oscurecieron la América viable.
Las carroñeras con hambre en los poros
con el gran sueño en quitarles el oro,
por la fe en Dios consumaron codicia.
El continente también hoy en chorros
deja fluir por el aire tesoro
hacia los mismos, elit de impudicia.