Con la luz del silencio
tus manos buscaron en la repisa
el poema que había escrito
una mirada soñadora.
La melodía del sol del atardecer
se sumergió entre tus sienes,
en caricias por fatigadas pestañas
que leían en el hilván de lágrimas y sonrisas.
Se reflectó tu rostro en espejo cóncavo
mudando en fantasías el paladar de tu cerebro.
Te embriagaste con las angustias y alegrías
que abrasaron tus sensibles latidos.
Tus ojos despertaron del letargo
al mirar tras entreabiertas ventanas,
un colibrí libando la esencia de una azalea.
Con su vuelo se lavaron las alucinadas pupilas,
arrobándote en la armonía de sus transparentes alas.