En vigilia soñé
que mis manos se deslizaban
por cables de acero
hacia recintos no habitados
por relojes y galaxias,
y entre un abrir y cerrar
sus puertas al vaivén de mis sentidos
me encontré en el templo de las diosas.
Y allí cantaba:
Canto a ti mujer de mis versos
sacerdotisa de tu propio vientre
que oficias a la luz de tus senos
la ceremonia de los huesos danzantes.
Canto a ti mujer de los tres velos
y canto al velo de tu sonrisa sesgada
y canto al velo de tus ojos nacientes
y canto al velo tríptico de tu mirada.
Y lo canto en tu altar de consumación
donde tu destino y el mío se escurren
entre los filamentos de mis dedos.
Y también te canto en mi altar
donde tu vientre, tus senos, tus ojos
se pasean por envolturas volcánicas
por los ventrículos de tu corazón.
Y seguiré cantado la salmodia de tu voz
cada vez que escuche los huesos danzantes
entre los eclipses de nuestros templos.