Tus palabras hechas oraciones
se confundieron con el eco de las nubes
y en reflejo por el asfalto
se quedaron en aquella tarde de sol.
Tus pasos traspusieron el atrio sombreado
por robles y cipreses.
Los dolores cual agujas de luz
surcieron aquellos labios prudentes,
se enmudecieron tus piernas y manos
te encerraste en las habitaciones
del universo interno de tu mirada.
De boca al centro de la Tierra
acostado en cruz, en las baldosas del templo
recibiste la unción migratoria de tu cuerpo
para vivir el alfa y omega en la retinas de los dioses.
©lionel