Locomotoras con avasallador bufido
chirriaron por los cielos
en sonoro desplante.
Las silenciosas fibras, al final de su carrera
con brazos en alto, anunciaban a los niños,
sus rieles forrados en seda.
Los vagones cantaban
con palpitaciones destempladas,
la bruma del día, la luz del sol.
Con religiosa postura
aullaban los carriles,
la temeraria carga del tren arrollador.
Los pasajeros clamaban
en súbito pedido, amortiguar la caída
con nubes de terciopelo.
Al enfrentar a los aviones
en valles perdidos,
hombres y párvulos, escondieron sus latidos.
En hogares, en estaciones,
manos en reposo aplacaron el rugido.